Diplomacia by Henry Kissinger

Diplomacia by Henry Kissinger

autor:Henry Kissinger
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: sci_history
ISBN: 9788440661371
editor: www.papyrefb2.net


El viejo veterano, el equilibrio del poder, fue despedido sumariamente al crearse las Naciones Unidas. La misión de los pueblos de las Naciones Unidas es combinar sus esfuerzos mediante una organización internacional para mantener la paz y la seguridad internacionales y, con ese fin, adoptar eficaces medidas colectivas. Ésta introdujo oficialmente el elemento del predominio de poder para la paz. Y el viejo equilibrio del poder desapareció615.

El Comité de Relaciones Exteriores del Senado aceptó alegremente este concepto. Casi todos los testigos que declararon a favor de la Alianza del Atlántico se basaron en un documento del Departamento de Estado titulado «Diferencia entre el Tratado del Atlántico Norte y las alianzas militares tradicionales»616. Este extraordinario documento pretendía ser una revisión histórica de varias alianzas que databan de comienzos del siglo XIX, desde la Santa Alianza de 1815 hasta el Pacto Nazi-Soviético de 1939. Su conclusión era que el Tratado del Atlántico Norte difería de todas ellas, «tanto en la letra como en el espíritu». Aunque «casi todas» las alianzas adicionales habían negado «piadosamente» toda «intención agresiva o expansionista», a menudo habían tenido fines no estrictamente defensivos.

Para asombro de todos, el documento del Departamento de Estado afirmaba que la OTAN no pretendía defender el statu quo en Europa, lo cual sin duda fue una novedad para los aliados de los Estados Unidos. Se decía que la Alianza apoyaba un principio, y no territorios; no se oponía al cambio, sino sólo al uso de la fuerza para provocarlo. El análisis del Departamento de Estado llegaba a la conclusión de que el Tratado del Atlántico Norte «no va dirigido contra nadie; sólo contra la agresión. No trata de influir sobre ningún cambiante "equilibrio del poder", sino de fortalecer el "equilibrio del principio"». El documento saludaba a la vez el Tratado del Atlántico y su contemporáneo, el Pacto de Río para la defensa del continente americano, como «desarrollos del concepto de seguridad colectiva», y confirmaba la declaración del presidente del Comité del Senado, Tom Connally, en el sentido de que no constituía una alianza militar, sino «una alianza contra la guerra misma»617.

Ningún estudiante se habría graduado en historia si en un examen hubiera hecho semejante análisis. A lo largo de la historia, las alianzas rara vez han nombrado a los países contra los que se forman. En cambio, describen las condiciones que se deben satisfacer para poner en juego la alianza. Exactamente eso hacía el Tratado del Atlántico Norte, y como en 1949 la Unión Soviética era la única potencia agresora en Europa, resultaba aún menos necesario que en el pasado dar nombres precisos. La insistencia en que los Estados Unidos estaban defendiendo principios, y no territorios, era genuinamente norteamericana, aunque no fuese muy tranquilizadora para los países cuyo mayor temor era la expansión territorial soviética. El argumento de que los Estados Unidos se oponían al cambio impuesto por la fuerza y no al cambio en sí, era igualmente trivial e inquietante; en toda la larga historia de Europa no era posible enumerar muchos ni pocos cambios territoriales que no se hubiesen hecho por la fuerza.



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